Hace una semana, más o menos, escribí una entrada sobre la televisión abierta en comparación con el Sky y concluía con la idea de que son la misma mierda sólo que distribuida en más canales. Bueno, existen excepciones, como los canales once, 22, y algunos otros pero son los menos. Son más los que ofrecen horas y horas y horas de basura como el Cosmo, el Disney Channel, los de la CNN, MTV y anexos. Al terminar, muy satisfecha de tooodo lo que había escrito, acomodé el texto y le cambié la letra y por accidente lo borré. Carajo!
Pero fue una señal. Esa misma noche mi suegra le ofreció a mi esposo pagarle la suscripción a SKY y que nosotros nomás pagáramos las mensualidades. Entonces entré en un dilema. Era tentador, pero contradictorio. Entonces di mi sincera opinión sobre el tema. No nos perjudicaría tenerlo pero tampoco encontraba ningún beneficio. Más para ver, más para perder tiempo. Hasta ahora he estado muy conforme con que mi crío vea tele sólo un rato al día y prefiera ver sus pelis (ahorita está traumado con Star Wars y se avienta la saga bastante seguido). Con cinco o no sé cuántos canales de caricaturas novedosas sería imposible limitarle el horario, sobre todo si considero que siempre veo la tele con él.
Y me incluyo en el zapping, porque a la hora de doblar ropa terminaría viendo cualquier cosa.
Decidimos rechazar la oferta. Mejor verse obligado a apagar el aparato que amarlo. Me conformo con mi dosis semanal del Dr. House. Por cierto, acabo de descubrir que me siento fuertemente atraida por él. Carajo!
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