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Mostrando entradas de noviembre, 2007

Fadanelli

Me gusta leer sobre personas como yo o como tú, que trabajan, que van hacer las compras, que sufren las frustaciones más comunes como no tener carro bueno o estar pasados de peso. Me gusta saber las posibilidades en la vida de un burócrata, de una prostituta o una chica de padres religiosos. Preguntarme si yo haría lo mismo, aconsejarles en mi interior. Me gusta pensar que de lo más común se puede hacer una novela, si se es buen narrador. La tristeza es tan bella como cualquier otro sentimiento humano. ¿Te veré en el desayuno? Quién que haya pasado una noche loca con alguna persona que pareciera haber salido del sueño etílico, no se ha hecho esa pregunta.
Tres meses con rastas y ya. No pude más. 1.- Si me lavaba diario el pelo hubiera tenido que pasar todas las tardes arreglándomelo con un ganchillo. 2.- Así que la única opción viable: no lavarlo seguido. Pues sí, suena sencillo, pero qué asco. Respeto a la palomilla que trae rastas, pero a mí me salió caspa, me picaba la cabeza, extrañaba el exquisito olor a mousse en mi cabello... 3.- Según yo, en un arranque de "dejaré la banalidad de los eternos cuidados del cabello, los tintes, alaciados y productos" decidí adquirir la melena del león, pero salió al revés: más cuidados, más tiempo invertido en mi cabeza, pero con la sensación desagradable de la mugre. 4.- A los que llevan rastas: mi más grande admiración. 5.- Tan doloroso y tardado fue el proceso de hacerlas como el de deshacerlas. Dos lavadas en un día, con bastante acondicionador, corte de las puntas de las rastas (que pon fin estaban cerrándose) y ¡A desenredar! Lo más complicado: las de la nuca, que ya estaban bastant