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Mostrando entradas de febrero 29, 2008

Por mi madre, bohemios (aunque me demande Monsiváis)

Todos sabemos que madre sólo hay una, que cada madre es un ángel que vela por nosotros por las noches y que da la vida por sus hijos. Desde niños vemos a nuestra mamá como algo sagrado e intocable (se “mienta la madre” porque se supone es la peor ofensa que uno pueda recibir). A la madre no se le grita ni se le levanta la mano. “Todas las mujeres son putas menos la mamá” (algunos ya dudan de la reputación de sus hermanas). Escuchamos hasta el cansancio la rutina diaria de la santa mujer, recitada, ya sea por ella misma o alguien afanado en hacernos reflexionar: levántase temprano, hace desayuno, trabaja como esclava, regresa a casa, hace la comida, lava trastes, barre, va al mandado, hace la cena, desvélase lavando ropa, o planchando, y así todos los días. Lo sabemos, lo vemos, y lo notamos, por supuesto. Hablo como hija y como madre: esta imagen es un arma de dos filos. Por un lado, creo que nos gusta ser mártires. Obviamente hacemos lo que sea por la familia: LO QUE SEA, y dar