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Mostrando entradas de julio, 2012

Qué sabrosa CocaCola

Hoy fui a la tienda a comprar tortillas y frijol para desayunar y como siempre, (y a pesar de un oxxo enfrente) la tiendita estaba llena de gente, tres personas antes de mí en la fila, y unas dos tres saliendo cuando entré. ¿Qué tenían todas en común? Una coca cola. Todos llevaban una. Ninguno, obviamente, llevaba una lata, o una de 600 ml, sino grandes, de uno, dos y tres litros. Todos llevaban su cocona para el desayuno familiar. Pero seguro no será sólo para el desayuno. De hecho, a la hora que sea que uno llegue a cualquier tienda, hay alguien comprando una, y a mediodía en las calles de los barrios, lo que se ve frecuentemente son niños (algunos osados, descalzos en el pavimento ardiente) cruzando la calle con una coca de dos litros para la comida. ¿Por qué se toma tanta coca? Porque es rica, helada y dulcísima. ¿Nos hace bien tomar tantos litros de coca? Seguro que no. ¿Nos importa eso? Seguro que no. El placer de la vida no siempre es inocuo, pero vale la pena aceptar las

Documentales

Me gustan mucho los documentales, sobre todo de animales. Por lo general, estas películas se enfocan a animales salvajes o en peligro de extinción, para concientizar a las personas sobre la importancia de cuidarlos a ellos y a su medio ambiente. He visto muchos, y casi todos sobre los mismos: ballenas, felinos, tortugas. Me gusta, pero a la vez, me preocupa y molesta un poco, porque no recuerdo haber visto documentales sobre animales de granja. Yo sé que esas especies no peligran, por el hecho de ser "producidas" por el hombre. Eso es lo que me molesta. Le enseñamos a la gente que unos animales son importantes para el planeta y otros de segunda. Les mandamos el mensaje que unos son dignos de admirarse, de estudiarse, los enseñamos a sentir empatía hacia ellos, mientras que los otros se convierten en objetos, en comida, como si no valieran más que el precio por kilo que les dan en el súper. Si yo fuera cineasta haría un documental con animales de granja para mostrar que

Resistir

No soy una activista activa. Estoy ligeramente empapada de lo que ocurre en mi país. No soy lo que se dice una persona que lea los diarios o que esté totalmente atenta al twitter. No me conozco los preceptos de la izquierda, ni tengo la teoría. Pero vivo en México, tengo una familia trabajadora y honrada y me enseñaron a que nada, nada, se consigue gratis (aunque he tenido mucha suerte en mi vida). Desde el 2006 comprendí que nuestro país son en realidad dos: el que vemos en la tele, de oportunidades y logros, de telenovelas y noticieros falsos, y el otro: el México de la gente común, de la mayoría, en el que la libertad es sólo aparente. La libertad de ser, de decidir, de consumir, de creer, es limitada, aunque te hagan creer que no es así. Ante la injusticia, el caos, el cinismo y la apatía, sólo se puede intentar resistir, unidos, y también cada uno, desde su propia casa, desde su propia persona. En mi caso, se reaviva mi deseo de no dejarme absorber, contagiar, de todo eso