Las adicciones son algo serio. Sí, involucran fuerza de voluntad y todo, pero cuando se incrustan en lo más profundo del ser la voluntad parece que no es suficiente. Cuando el cuerpo pide algo, la voluntad se vuelve frágil. El año pasado no teníamos aire acondicionado en mi trabajo, y por las tardes, con un calor de más de 40° el verano era soportable sólo con una cocacola o una pepsi kick diaria, y mi adicción se hizo muy fuerte.
De un tiempo para acá no estoy tomando refrescos, a menos que sea lo único para beber o en ocasiones especiales como fiestas (o el cine, jeje), pero hoy tenía una migraña de esas que me golpean hasta la nuca y el estómago se me revuelve. Tuve que pasar al súper y después de agarrar una barra de pan, me fui directo a los refrigeradores. Busqué una lata de coca de las más pequeñitas, para no sentirme tan culpable, y me fui a la verdura por unas papas. La latita de cocacola me pesó en la conciencia. Tomé unos plátanos y la devolví. En cuanto me subí al carro me comí dos plátanos para meterme un poco de azúcar.
Lo que les platico puede sonar bobo, totalmente intrascendente, pero para mí es asombroso. Hoy, mi cerebro simplemente tomó el control y me ayudó a decidir entre un refresco y una fruta, como debería ser siempre. Por hoy le gané una batalla a la soda, y me sentí muy bien. Sí se puede.
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