Este "buen fin" fue la primera ocasión en que mi marido viaja y me toca quedarme con el crío en casa. Aunque sólo fueron 4 días y 3 noches, obviamente lo extrañé. Pero ya entrada en esas, aproveché para meterme en su estudio y hacer un movedero de cosas y limpieza profunda. Mi humilde estudio es un hueco en el pasillo, y tenía un librero y una pequeña mesita, en donde últimamente no cabía ya. Entonces quité el librero y lo metí al estudio del Bern, y me lancé a las segundas a buscar un mueble largo que quedara bien en el espacio. Lo compré y me lo subieron al carro, pero al llegar a la casa el problema era bajarlo! pesaba como mil kilos.
Entonces pensé: ocupo a mi marido. ¿Lo ocupo? A pesar de la prisa, no pude evitar filosofar sobre el tema de las parejas, la dependencia y todo eso. Claro que necesito a mi marido, pero no para que cargue cosas, sino para que me quiera, me haga reír y me acompañe en la vida ¿Las mujeres ocupamos a un hombre para hacer el trabajo rudo? ¿Es indispensable tener un hombre fuerte y hacendoso que nos facilite la vida? ¿Qué de la limpieza del jardín, de podar el árbol, de cambiar las llantas ponchadas? ¿Qué pasa cuando no tienes marido?
Afortunadamente crecí con una súper madre soltera que jamás se detuvo a pensar si necesitaba a un esposo o no para esos asuntos. Siempre la vi usar una pala, un taladro, una brocha, cambiar una llanta, batallando pero sin quejarse demasiado.
Me dan un poco de pereza las personas a las que se les acaba el mundo ante problemas simples, que pueden resolverse con un poco de creatividad o pidiendo consejos.
¿Que cómo lo resolví? Con una estrategia que ni McGyver! Lo bajé del carro con trabajos. Le pedí a Dante su patineta y entre los dos nos lo llevamos hasta la puerta de la sala, ahí lo bajé y lo empujé hasta su lugar, y me quedé muy feliz y satisfecha, de haber aprendido bien de la máster.
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