¿Para qué batallar, si todo está al alcance de nuestra mano? ¿Si sólo es necesario estirarla y agarrar del anaquel o refrigerador lo que sea que necesitemos? Por desgracia, la vida que llevamos muchas veces no nos deja tiempo libre: el trabajo, los hijos, la limpieza y por qué no, la recreación. Resolvemos nuestras necesidades básicas con el consumo. Las plazas encierran todo tipo de negocios en donde podemos conseguir cualquier cosa sin necesidad de andar buscando. Todo es rápido, práctico, sin más esfuerzo que el desembolso.
Compramos todo hecho, vamos perdiendo la capacidad de elaborar cualquier cosa manualmente, y nos volvemos dependientes. Somos incapaces de hacer una bastilla, pegar un botón, arreglar un arete roto, forrar un libro, envolver un regalo. Nos acostumbramos a pagar para que otros hagan algo que nosotros mismos podríamos hacer con un mínimo de esfuerzo.
Comemos cada vez más cosas empaquetadas: jugos, pan, refrescos, verduras, cereales, platillos congelados, etc. y no nos ponemos a pensar que para que esos productos duren tienen que contener conservadores, además de las otras muchas porquerías que les ponen para que se vean lindos y cuando las comas sientas una explosión de sabor, una fiesta en tu boca. La mayoría de los niños crecen sin conocer el sabor de las galletas hechas en casa, o el agua fresca de frutas de verdad.
Por eso, para mí, vale la pena ocupar un poco más de tiempo haciendo gelatinas caseras, o mi propias hamburguesas, aunque sean un circo. Amasar y lavar la masa antier me llevó como tres horas. Guardé el gluten en el refri y al otro día por la mañana la dejé cociendo en la olla lenta. Ya en la tarde licué el gluten, cocí arroz y avena, los mezclé, y formé hamburguesas que metí al congelador. Dos tardes haciendo la comida y un dolor de espalda regular, que me pude haber ahorrado comprando hamburguesas vegetarianas hechas. Pero me gusta saber que yo misma las hice, y que Dante se da cuenta de que no todo se puede comprar en la vida.
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saludos