Siempre he tratado de ser muy prudente cuando hablo sobre religión, porque la cuestión de la fe es algo personal y cada quién hace de su fe un papalote. Sin embargo, no puedo evitar indignarme con todo este asunto de la "Sagrada pedofilia".
Para empezar, debo decir que esto no es nada nuevo ¡Por favor, todos sabemos por lo menos de un padre en nuestra ciudad que se haya envuelto en un escándalo de este tipo! Por supuesto, ese padre fue discretamente cambiado de residencia a algún lugar lejano.
Pero como todas las cosas malas, cuando son demasiadas ya no se pueden ocultar.
Estoy segura de que, como en la policía, debe haber más buenos que malos, pero los sacerdotes malos valen por 3. Me explico: a los sacerdotes les llaman "padres", supongo yo que porque de un modo u otro se convierten en padres para su feligresía. Si un padre de familia abusa sexualmente de su hijo y es descubierto, irá a prisión, y adentro se encargarán de darle el escarmiento acostumbrado para los que violan niños (el cual se merecen sin duda). Un sacerdote abusa de un niño al que sus padres inocentemente le confían, ¿y qué pasa? lo cambian de ciudad, lo quitan de su cargo, cuando mucho lo excomulgan. ¿No debería correr la misma suerte que los demás criminales?
Por otra parte, y sin intentar disculparlos DE NINGUNA MANERA, quiero comprender qué pasa por sus cabecitas sucias cuando se les antoja abusar de una criatura. El ser humano, como cualquier animal, tiene instintos sexuales, incluso desde que es un bebé. El sexo no es un pecado porque es algo natural y gracias a él estamos aquí, entonces ¿porqué obligarlos a vivir en celibato? ¿No sería mejor que se casaran y vivieran felices y se desfogaran con sus esposas? ¿A poco no podrían amar a dios y a su familia? ¿A poco un papá no puede tener dos hijos porque no podría amarlos a ambos?
No sé, se me ocurre que de esa manera no se verían tentados a desahogarse con los niños, que son las víctimas más a la mano: guardan silencio por temor, y si hablan, nadie los escucha, nadie les cree: es su palabra contra la del mensajero de dios.
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