Crónicas de viajera sin chequera

La semana pasada fui a Culiacán a un taller de Literatura y nuevas tecnologías que dio Rafa Saavedra. El ISC nos hizo el favor de mandarnos VIP. Transcribo mi diario tal y como está el original.

Llegué de noche a Culiacán y la ciudad me pareció que tenía el toque Carneasada-marisquero de La Paz. Ya instalada en el Hotel (los cuartos de hotel siempre son iguales, pero emocionantes) me dispuse a revisar el menú del restaurante para ver qué iba a comer en los próximos tres días. Nada, que igual que en cualquier lado, no hay mucho vege de dónde escoger, ni pex.

Buscando una tienda cerca, encontre... un oxxo, a una calle del hotel. ¿Sorprendida? por supuesto que no. Seguí y me topé con un Subway, que igual estaba cerrado pero me hizo ilusión tener asegurada mi alimentación.

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El taller, motivador.

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La hora de comer la aproveché para dar un paseo por el centro. Mucho movimiento, nada novedoso, como cualquier centro. Cada cuadra era prácticamente igual a las otras: Un Calzapatos, una Modatelas y un Coopel.

Descubrí con orgullo que la gente de La Paz conserva ese aire pueblerino que me encanta. La gente es amable, te sonríen. Acá, me parece, son un tanto agresivas, probablemente por la situación de violencia con la que tienen que lidiar en estos tiempos.

No es mi afán ser grosera, así que me explicaré con dos ejemplos:

1.- El primer día íbamos Julio Ortiz y yo de camino al centro de artes Centenario, e intentamos cruzar una avenida muy transitada. Caminamos hasta la mitad y se dejaron venir un montón de carros. Yo, como buena angustias que soy, corrí de regreso a la banqueta, en lugar de seguir. Un auto que daba vuelta nos gritó: ¡Son de rancho! Yo alcancé a contestar: sí, y en mi rancho te dan el paso! Y juro que es cierto: por lo general, cuando un conductor ve que alguien quiere cruzar, se detiene, hace una seña con la mano, y entonces el peatón da las gracias y cruza. Simple sentido común. A nosotros no nos dejaron pasar ni estando en el "paso de cebra".

2.- Saliendo de un Woolworth, revisé mi cartera, y por distraida, no vi un escalón, resbalé, y aunque no me caí, se me cayó la cartera. Junto a mí estaba un empleado de seguridad. Me agaché por mi cartera y alcancé a escuchar que dijo: ¿estás borracha o qué? Yo salí tan freakeadísima que no pude contestarle nada. Perdón, pero casi puedo asegurar que en mi "rancho" el tipo no sólo No habría hecho un comentario tan grosero, sino que se habría apurado a ayudarme.

Lo que más me gustó del Culiacán que conocí:

1.-El Subway en donde comí todos los días. A diferencia del que fui en La Paz, este tenía un ambiente relajado. Los empleados se veían libres, amables, cotorros incluso. No como la robot que me atendió en La Paz. Supongo que por lo mismo los subs veggies estaban infinitamente más ricos.

2.-La tienda Cuidado con el perro, que está en un edificio bellísimo.

3.-El recién arreglado río Tamazula. En la orilla hay juegos y áreas de picnic.

4.- El Centro Centenario, también recién arreglado.

Lo que no me gustó:

La tienda +Kota, en Plaza Forum. Un lugar padrísimo, muy moderno, elegante, llamativo, en donde venden mascotas y accesorios y dan exhibiciones de cuidado animal. Digo, la tienda está linda, pero no me gusta el mensaje: consume animales, ven y compra, total si se te mueren de hambre o tristeza vienes y te damos un cupón para un hurón y una lata de soda.

Lo verdaderamente importante fue el taller, y salimos todos muy satisfechos y con ganas de ponernos a trabajar.