No escribía nada desde el día de mi cumple. En parte ha sido por un poco de flojera, pero la razón principal fue que he estado dando curso de verano. Hace cuatro años que no trabajaba directamente con niños, y para ser sincera no tenía muchas ganas. No porque no me guste trabajar con niños, sino porque dar taller de creación literaria y no morir en el intento requiere de condiciones especiales. Desde hace un par de años hemos trabajado con los centros DIF (Desarrollo Integral de la Familia), pero las propuestas de trabajo salían de la Dirección de Cultura. Esta vez nos dijeron tú acá, tu acá y se amuelan.
Me causa tristeza ver que los políticos, sean del partido que sean, de la tendencia que sean, nunca dejarán de ser políticos y de pensar en las personas como votantes. Convocaron al público en general a que llevaran a sus niños a los cursos (guarderías), sin tomar en cuenta a las encargadas de cada centro, que son las que trabajan directamente en la comunidad y saben a la perfección cómo se mueven, y como era de esperarse, saturaron los centros. Imagínate a más de cien chamacos de entre los cuatro y los trece años, en un área pequeña, con dos ventildores de techo. Los que planearon los cursos en ningún momento pensaron ni en los que íbamos a impartir los talleres ni en en los niños a los que iban a atender.
El primer día de cursos llegué y me tocó en un salón de tres por tres, sin abanicos, sin sillas suficientes, con treinta y tantos niños de cuatro a ocho años. Qué clase de creación literaria le puedes dar a niños que no se aguantan sentados ni dos minutos? Les lees un cuento? Los pones a dibujar, no hay más.
De ahí había que irse volando a otro centro. Con cuarenta niños, de todas las edades. Un poco más tranquilos pero igual, con la diferencia de edades es complicado, a ponerlos a dibujar. La bronca es que nos mandaron a trabajar sin surtirnos el material.
Decidí tomar un número límite de alumnos y con la pena, dejarle el resto a las encargadas para que los entretuvieran, así que agarré los más grandes y con mesas y sillas nos salimos al patio.
Dejé uno de los dos centros porque consideré que mi curso se empalmaba con otros y salía sobrando, y me dediqué de lleno al que quedaba. Por suerte los niños respondieron bien. Y mira que no es fácil concentrarse si el sol te da en la espalda y tienes que estarte limpiando el sudor que te cae en los ojos, pero han aguantado como campeones.
El curso acaba la próxima semana y el material que pedimos para eso nos llegó, incompleto, apenas hace unos días.
Con todo ha sido una buena experiencia. Ver que cada niño es diferente, que a pesar de la energía y la travesura son más sensibles de lo que uno quiere ver, que no hay "niños problema", sino niños poco atendidos, niños ignorados o subestimados, que pueden parar de gritar para escuchar un cuento. Lástima que los cursos sean sólo de verano. Que no haya continuidad. Triste que esos niños se van a convertir en adolescentes y entonces no habrá nada para ellos. Van a ser vistos por el gobierno y la sociedad no como personas abiertas al conocimiento sino como delincuentes en potencia. Pero qué más da, los gobiernos duran tres o seis años. En tres o seis años habrá niños nuevos para demostrarles caridad.
Me causa tristeza ver que los políticos, sean del partido que sean, de la tendencia que sean, nunca dejarán de ser políticos y de pensar en las personas como votantes. Convocaron al público en general a que llevaran a sus niños a los cursos (guarderías), sin tomar en cuenta a las encargadas de cada centro, que son las que trabajan directamente en la comunidad y saben a la perfección cómo se mueven, y como era de esperarse, saturaron los centros. Imagínate a más de cien chamacos de entre los cuatro y los trece años, en un área pequeña, con dos ventildores de techo. Los que planearon los cursos en ningún momento pensaron ni en los que íbamos a impartir los talleres ni en en los niños a los que iban a atender.
El primer día de cursos llegué y me tocó en un salón de tres por tres, sin abanicos, sin sillas suficientes, con treinta y tantos niños de cuatro a ocho años. Qué clase de creación literaria le puedes dar a niños que no se aguantan sentados ni dos minutos? Les lees un cuento? Los pones a dibujar, no hay más.
De ahí había que irse volando a otro centro. Con cuarenta niños, de todas las edades. Un poco más tranquilos pero igual, con la diferencia de edades es complicado, a ponerlos a dibujar. La bronca es que nos mandaron a trabajar sin surtirnos el material.
Decidí tomar un número límite de alumnos y con la pena, dejarle el resto a las encargadas para que los entretuvieran, así que agarré los más grandes y con mesas y sillas nos salimos al patio.
Dejé uno de los dos centros porque consideré que mi curso se empalmaba con otros y salía sobrando, y me dediqué de lleno al que quedaba. Por suerte los niños respondieron bien. Y mira que no es fácil concentrarse si el sol te da en la espalda y tienes que estarte limpiando el sudor que te cae en los ojos, pero han aguantado como campeones.
El curso acaba la próxima semana y el material que pedimos para eso nos llegó, incompleto, apenas hace unos días.
Con todo ha sido una buena experiencia. Ver que cada niño es diferente, que a pesar de la energía y la travesura son más sensibles de lo que uno quiere ver, que no hay "niños problema", sino niños poco atendidos, niños ignorados o subestimados, que pueden parar de gritar para escuchar un cuento. Lástima que los cursos sean sólo de verano. Que no haya continuidad. Triste que esos niños se van a convertir en adolescentes y entonces no habrá nada para ellos. Van a ser vistos por el gobierno y la sociedad no como personas abiertas al conocimiento sino como delincuentes en potencia. Pero qué más da, los gobiernos duran tres o seis años. En tres o seis años habrá niños nuevos para demostrarles caridad.
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