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En política, yo?


Ah!... Recuerdo mis buenos tiempos en la Uni, cuando todo era vagancia y felicidad, cuando creía que nunca me iba a casar y que Julieta Venegas era la mujer más chida sobre la faz de la tierra. Recuerdo que decía que la política era una de las 385255 cosas que no me importaban, y cuando se hablaba de ella, yo, al estilo Homero, aparecía en mi mente unas divertidas vaquillas bailando. Pero ahora, no hay manera de huir. Burócrata, madre, clase media tendiendo a la baja, no me queda más que preocuparme por lo que pasa alrededor.

La idea que tiene una gran parte de la gente sobre la política es que es un grupo de señores con traje que hablan y hablan y se reúnen y viajan y hablan y deciden y cobran caro. Ojalá fuera así. Política es todo. Es el ejercicio del poder, es la toma de decisiones que llevarán el rumbo de la vida de todos. La política está en nuestros sueldos, justos o de miseria; la política está en la educación que reciben nuestros hijos en la escuela; está en la alimentación pobre y desinformada que llevamos; está en lo que vemos en la televisión, en la música, en el cine, que nos imponen; está en la iglesia; está en los servicios médicos, en la luz y el agua que pagamos. Todo está estratégica y minuciosamente planeado para que nosotros vivamos de una manera y los que están arriba vivan de otra.

Están los que piensan que todo está bien. Que sí es la vida. Que tiene que haber pobres y ricos, gente feliz y gente jodida. Que nadie impone nada, que cada uno decide. Eso podría ser, si no fuera porque las opciones las establecen otros, nosotros sólo escogemos la menos peor, creyendo que somos autónomos.

Están los que le apuestan a un gobierno que lo resuelva todo.

Otros pensamos que el cambio de ninguna manera llegará desde arriba sino que surgirá de lo profundo. Así como los árboles no nacen desde el cielo. El cambio se logrará en la medida de que cada uno se ocupe de sus actos, se preocupe por los que están más jodidos y se decida a no aceptar las cosas tan fácilmente. A dejar un poco de lado la idea cristiana de poner la otra mejilla, de esperar por un paraiso prometido, que hasta la fecha, nadie ha visto. Yo sugiero buscar la felicidad aquí. Se puede? Yo creo que sí. Quiero pensar que sí.

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