Hace meses nos dimos cuenta de que las llantas delanteras del carro estaban a punto de tronar. Así que empezamos a buscar llantas (usadas, por supuesto) para cambiarlas. Pues Bernardo no encontraba, hasta que un día ya estaban en las últimas y nos aventamos una peregrinación por las llanteras, hasta que a la cuarta encontramos. Resulta que son llantas que traen del otro lado (USA), pero ahora está prohibido, por eso tardan más en llegar "de contrabando". Ahora sí que la están haciendo buena. Tendremos que comprar nuevas o andar a pie. ¿Qué sigue? ¿Prohibir las cosas de segunda? Los que estamos en el escalón del medio y para abajo, simplemente estamos siendo orillados al consumo, a gastar el dinero que no tenemos.
No tengo nada en contra de los ricos. Es sólo que me parece que no es una ley de vida que unos tengan de más y otros no tengan nada. Yo no me quejo: nada me falta. Pero no es porque tenga la solvencia para comprar todo, sino porque hace mucho tiempo que perdí el pudor estúpido de comprar todo nuevo.
Mi casa está amueblada, casi por completo, con muebles heredados. El 90% de mi ropa es de segunda o igual, heredada. No vamos al cine (Bern y yo, sin Dante) desde el 2008, porque cuando hay dinero es para llevar al crío. No vamos a restaurantes, no nos damos el lujo de comprar ropa para ocasiones especiales y mi carro no llega a la playa sin vomitar el aceite. Y nuestros sueldos son, relativamente, decentes, y nomás tenemos un niño. No me explico cómo le hacen los que ganan menos y tienen dos o tres hijos. Todos queremos tener lo necesario para estar felices y cómodos, muchos lo merecen, otros no tienen la educación ni la guía de una familia cariñosa y se van por el camino rápido (que no siempre el más fácil), pero igual tenían derecho de nacer con la garantía de una vida segura y feliz.
¿Qué nos queda? Trabajar, intercambiar, hacerlo uno mismo, utilizar las cosas mientras nos sirvan, y cuando no, transformarlas o regalarlas. Y aguantar.
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