Estoy reescribiendo una novela. "El fabuloso Ríver", se llama, y me siento muy entusiasmada porque al fin estoy encontrando mi "método" o "sistema". Esta novela la escribí en una taller de dos años con Daniel Sada. Al final, se la pasé a una maestra y amiga para que me diera sus comentarios, y me abrió los ojos: estaba cometiendo el peor pecado que puede cometer un escritor: la inocencia. Estaba llena de lugares comunes, clichés, uno de los personajes principales estaba fuera de la realidad de la historia, demasiado etérea, tanto que molestaba. El caso es que eso fue hace casi un año. Hace dos meses me decidí a rescatar el texto, y al volver a leerlo me dije !wow! ¡me gusta! y es que la verdad hay capítulos que me gustan mucho y que no quiero enviar a la papelera de reciclaje.
Pues me puse a hacer algo que no había hecho, y que realmente me está facilitando el trabajo: leí capítulo por capítulo y en cuaderno fui anotando los datos más importantes de cada capítulo, etiquetando los temas. De esa manera ya sé en dónde hablé de qué cosa, y lo que me faltaba mencionar. Sé que no descubrí el hilo negro, pero para mí es nuevo este recurso.
Tuve una primera novela con historia, conflicto y solución, pero como no me gustó el resultado, modifiqué la historia, y por consecuencia, el conflicto. Ahora estoy resolviéndolo, e intentando atar el montón de cabos que quedaron sueltos.
El caso es que mi entusiasmo crece porque ahora que tengo personajes distintos, los estoy conociendo y metiéndome en su vida, lo cual me fascina. Y no es que sea yo mitotera, sólo soy una persona curiosa.
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