Hay notas de la prensa que leo y luego no sé si reír, llorar, enojarme o simplemente ignorarlas. Hoy leí en La Jornada que la directora del Instituto de la Mujer Guanajuatense hablaba sobre las mujeres que tienen tatuajes y perforaciones: son "un ejemplo claro de la pérdida de valores en la sociedad", "No hay pautas de valoración o normas de conducta. Esta joven podrá afirmar que es muy original y que es muy su gusto andar así, pero yo me pregunto si no hay un valor que se llama salud y si algunas de estas cosas la estarán perjudicando". Luz María Ramírez Villalpando, la ilustre funcionaria, representa a un gobierno, que a su vez representa (o debería representar) a las mujeres de un estado, recibe un buen sueldo, y dar declaraciones como ésa...
Obviamente, con una visión tan machista, cerrada, retrógrada e ignorante condenará cualquier cosa que represente la libertad de las mujeres para decidir sobre sus cuerpos, por lo que no asombra que la señora también esté en contra del aborto, aun en casos de violación.
La discriminación por apariencia física no es algo fuera de lo común: algo tan simple como tener un tatuaje puede influir en la manera en que la gente te ve y te trata. Independientemente de que estoy tatuada, me molesta el afán de la gente por juzgar a otra gente por algo tan bobo y superficial, cuando se le dejan pasar verdaderas aberraciones a personas vestidas formalmente con saco y corbata, o sotana, por ejemplo.
En cambio, en la República Checa, Vladimir Franz, un pintor, músico, compositor, licenciado en derecho y maestro universitario, contendió por la presidencia de su país y quedó como tercera fuerza política (a pesar de no ser político) y ahora es viceministro de cultura. El señor tiene el 90% de su cuerpo tatuado. No sé cómo es la sociedad checa, y no dudo que tengan muchos problemas igual que los demás países, pero Franz es un caso impensable para México y su doble moral.
Sería hermoso vivir en un lugar civilizado, abierto y respetuoso. En fin.
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