La gente que me conoce de años atrás sabe que durante mi adolescencia y buena parte de mi juventud fui deportista. Primero, como nadadora de sincronizado y luego como entrenadora de un equipo de niñas. Me tocó ir a competir fuera de estado, y todo. Pero de adulta me convertí en una persona sedentaria y perezosa. La verdad yo puedo pasar todo el día en un sillón tejiendo y checando el internet, sin ningún problema. Pero a mis 33 años, ya no puedo darme esos lujos: las rodillas me dolían y crujían, la espalda no se diga; la respiración se me agotaba y qué decir de los muchos kilos de más... Bernardo tenía más del año yendo al gimnasio, así que me decidí. Es algo a lo que no estaba acostumbrada: yo fui, más bien, de pasar horas en una colchoneta haciendo ejercicios o metida en la alberca, o de hacer zumba, pero las pesas eran algo nuevo. El primer día del gimnasio tuve que correr al baño a vomitar, y llegué a mi casa morada, a punto de llorar. Luego volví a vomitar u...
Blog de opinión, veganismo y otras cosillas