Siempre he estado en contra de las prácticas, que con el nombre de "artes", o "deportes" o "espectáculo" utilizan animales, como la caza, pesca, corridas de toros y peleas de gallos. Gozar y entretenerse a costa del sufrimiento de seres inocentes no me parece divertido ni remotamente artístico. Por la misma razón, hasta hace algunos años, detestaba el box. Me parecía patético que dos fulanos (o fulanas), se partieran la cara por dinero.
Pero de un año para acá, y por causas de fuerza mayor, empecé a verlo. El Bernardo es aficionado y pues, no tengo mucho qué hacer los sábados por la noche. Es un gran deporte, que no cualquiera practicaría. Para empezar, la mayoría de los boxeadores son pobres, de ahí que no cuenten con más armas para ganarse la vida que su propio cuerpo. ¿y quién no se la partiría para sacar adelante a su familia? (salvo muy deshonrosas excepciones, como el Kahwagi).
Más allá de las historias de los boxeadores, está el espectáculo. Disfrutar de una pelea es otra onda.
Yo no entendía cómo podían gozar con los golpes y la sangre, hasta que fuimos a ver pelear al Rayito (campeón nativo de La Paz). Al Bern le regalaron unos boletos, carísimos, en segunda fila, atrasito de Julio César Chávez porque la televisaron.

Por lógica, las peleas con las que abren son las de los chamacos, los novatos, que se partieron las cejas a la primera y sangraron como en matadero. Yo estuve a punto de pararme y esperar en el carro. Pero conforme fueron subiendo de nivel, la técnica mejoraba, y pude gozar de una noche muy emocionante, con maitros gritando barbajanerías, una maravilla.
A partir de esa noche, el box se convirtió en sábados de clamatos y cervezas, con el Bern grite y grite y tirando jabs al aire.
El Larios me dice la Ceci Paquiao!
Actualmente son fan de Saúl, "el Canelo" Álvarez".
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